Una carta de Randy Remington

Con toda humildad y como hermano en Cristo, quiero comunicarme clara y formalmente con ustedes sobre el racismo en nuestro país y, al mismo tiempo, llamarnos a tres días de oración, ayuno y lamento corporativo, del 15 al 17 de junio.

“¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles?” (Lucas 18:7, NVI)

Durante las últimas dos semanas he hablado sobre el dolor racial que nuevamente ha asumido un rol protagónico en nuestra nación. Lo he hecho en mis propias redes sociales, en nuestros canales de redes Cuadrangulares y nuevamente durante mi inauguración. Sin embargo, los trágicos asesinatos de George Floyd, Breonna Taylor y Ahmaud Arbery me obligan a hacer y decir más sobre este patrón de maldad que se remonta atrás mucho más allá de sus muertes.

Reconozco que este es un ambiente emocional y políticamente cargado para tantos. Les escribo suponiendo que estamos profundamente dolidos e igualmente preocupados de que lo hagamos bien al abordar el problema. También reconozco que nuestra conciencia de, nuestra experiencia con, y nuestra participación en la reconciliación racial no es uniforme. Espero comunicarme bien con usted por medio de esta carta, donde sea que usted se halle en su travesía.

Debemos llamar a la maldad por su nombre

Permítanme comenzar declarando lo obvio: El racismo es malo y no tiene lugar en la familia de Dios. Como hermanos y hermanas en Cristo, somos más que no-racistas; somos activamente anti-racismo.

Casi todos en la familia Cuadrangular estarán de acuerdo con esa declaración. En lo que están en desacuerdo es en la definición precisa y el alcance del racismo. Esto es en gran medida una función de su etnicidad, contexto o cultura. Si son blancos como yo, pudieran estar mucho menos alertas al racismo, especialmente al tipo encubierto que merodea dentro de las estructuras de nuestra sociedad—y que, desafortunadamente, puede aún enclavarse en las fisuras de la Iglesia. Si son afroamericanos, o miembros de otra minoría étnica, pueden ver el alcance del racismo más claramente. Ellos deben vivir con él en formas que, aquellos de nosotros que somos blancos, no lo hacemos.

“El racismo es malo y no tiene lugar en la familia de Dios. Como hermanos y hermanas en Cristo, somos más que no-racistas; somos activamente anti-racismo”.

Para la mayoría de los estadounidenses, es fácil condenar la discriminación evidente que resulta en las muertes injustas de tantos estadounidenses afroamericanos como George, Breonna, y Ahmaud. Confieso, lamentablemente que, para muchos estadounidenses blancos como yo, la muerte de otra persona afroamericana es una interrupción. La vemos. Reconocemos que es una tragedia. Incluso lamentamos la pérdida de todo lo que ellos pudieran haber sido. Sentimos cierto grado de empatía por la familia y los amigos de las víctimas. Sin embargo, la incómoda verdad es que muchos de nosotros tenemos la opción de regresar a estar cómodos en una sociedad que favorece nuestra etnicidad. Nuestros hermanos y hermanas afroamericanos—de hecho, todas las personas de color— no pueden hacer eso. Ellos deben lidiar con la realidad de que el color de su piel es una desventaja desalentadora en nuestra sociedad. Peor aún, aquellos de nosotros que somos blancos podemos ser involuntariamente cómplices en perpetuar esa desigualdad racial.

Algunos de ustedes pudieran sentir incomodidad al leer las palabras anteriores. Tal vez sea la verdad de ellas la que les haga sentir incómodos. Bien, comparto ese sentimiento con usted. Sin embargo, algunos de ustedes pudieran sentir que me he creído el pensamiento general de los medios progresivos extremos y de los hostigadores raciales reaccionarios. No lo he hecho.

Debemos escuchar el corazón de Dios

Lo que he hecho es escuchar las instrucciones de las Escrituras y la sabiduría de las voces guiadas por el Espíritu entre los pastores de las minorías dentro de la familia de Dios. Las Escrituras no podrían ser más claras en este respecto. Desde Hechos, capítulos 2 y 17, a Efesios 2, y hasta Apocalipsis 7:9, escuchamos el corazón de Dios. El prevé, y pre-ordena, una nueva sociedad donde se valora y celebra la diversidad étnica y cultural. Esa unidad nace de una unidad espiritual que compartimos en Jesús a través de Su muerte y resurrección. Debemos preguntarnos: ¿Es este hermoso mosaico algo que podemos experimentar en mayor medida ahora? Y si es así, ¿cómo lo hacemos?

Y cantaban un nuevo canto con las siguientes palabras: “Tú eres digno de tomar el rollo y de romper los sellos y abrirlo. Pues tú fuiste sacrificado y tu sangre pagó el rescate para Dios de gente de todo pueblo, tribu, lengua y nación.” (Apocalipsis 5:9, NTV)

En el pasado, nuestro cuerpo de convención Cuadrangular ha redactado y aprobado declaraciones formales que denuncian el racismo en todas sus manifestaciones abiertas y encubiertas. Regularmente hemos hecho declaraciones públicas de empatía y solidaridad frente a la discriminación y hostilidades públicas. Pero en este momento cultural, siento que se requiere más de nosotros. No me malinterpreten: Todos debemos seguir usando nuestras voces, nuestra influencia, y no permanecer callados. Sin embargo, necesitamos determinación renovada y pasos claramente definidos hacia adelante. Debemos ir más allá de este momento presente y abrazar el trabajo duro y el camino más largo frente a nosotros, edificando sobre nuestros pasados compromisos y acciones justas. Hemos sido bien servidos por aquellos que han señalado el camino, pero todavía queda trabajo duro por delante. Debemos perseverar, porque un futuro lleno de esperanza está frente a nosotros y podemos aferrarnos a él.

Por lo tanto, como mi primer acto oficial como recién instalado presidente de La Iglesia Cuadrangular Estadounidense, nos convoco a tres días de oración, ayuno y lamento corporativo del 15 al 17 de junio. Estos tres días culminarán con un culto de oración virtual/en línea el miércoles 17 de junio a las 5 p.m. PDT. Detalles adicionales les serán enviados por correo electrónico esta semana. Este tiempo de oración concentrada y unificadora comenzará a dar forma a nuestra respuesta como movimiento a los eventos que exigen una acción clara. Queremos nuestra respuesta fundamentada en un tiempo corporativo de profunda reflexión y lamento en oración. Me doy cuenta de que ya hemos estado orando como individuos, como iglesias e incluso como distritos. Estoy agradecido por ello. Aun así, necesitamos unirnos y estar de acuerdo como familia Cuadrangular entera en esta hora, acercándonos confiadamente ante el trono de Dios para alcanzar misericordia y gracia en nuestro tiempo de necesidad (Hebreos 4:16).

¿Por qué lamentar?

El lamento es un concepto útil y bíblico. Es bueno dejar que la empatía que compartimos como seres humanos comience a ablandar nuestros corazones. Lamentamos los males del racismo, específicamente la supremacía blanca, incluso si no sentimos su impacto directo. Al hacer esto, nos sintonizamos más con la obra del Espíritu. Él busca desmantelar este mal de en medio del pueblo de Dios. El lamento es a menudo un poderoso primer paso que nos lleva a una sincera confesión y arrepentimiento. El pastor y erudito Soong-Chan Rah nos recuerda el poder de aquél.

“La tendencia a ver la obra integral de la iglesia como la acción de los privilegiados hacia los marginados muchas veces descarrila la obra de verdadera sanidad comunitaria. El ministerio en el contexto urbano, los actos de justicia y la reconciliación racial requieren un compromiso más profundo con el otro—un compromiso que reconoce el sufrimiento en vez de no darle mucha importancia”. — Dr. Soong-Chan Rah, Prophetic Lament: A Call for Justice in Troubled Times (Lamento profético: Un llamado a la Justicia en Tiempos Turbulentos)

Algunos podrán leer esta invitación y sentir cierta desconexión con los males del racismo, con una sensación de poca experiencia personal. Como resultado, esta invitación pudiera parecer menos relevante para usted. Únase a nosotros de todos modos en el espíritu de Daniel. Él también confesó y se arrepintió, a pesar de no mostrar ningún pecado personal discernible dentro de la narrativa que lleva su nombre. Lo hizo porque se identificó con el pecado corporativo en medio de un pueblo que Dios amaba. Él hizo eco del corazón de Dios en su confesión. Se alineó de tal manera que invitó al Espíritu a guiarlo de manera más efectiva (Daniel 9:2-19). Como resultado, se convirtió en una persona influyente más efectiva y ejemplar dentro de su sociedad.

“Llamo a nuestra familia Cuadrangular a abrazar estos tres días enfocados en el lamento, el arrepentimiento y la oración llena de esperanza corporativos. Sin embargo, este es solo un comienzo. Se necesita hacer más”.

La Iglesia puede liderar el camino

Siguiendo este ejemplo, llamo a nuestra familia Cuadrangular a abrazar estos tres días enfocados en el lamento, el arrepentimiento y la oración llena de esperanza corporativos. Sin embargo, este es solo un comienzo. Se necesita hacer más. El arrepentimiento implica alejarse del mal y, al mismo tiempo, volverse hacia la bondad de Dios y las cosas que Él valora. Esto implica que continuaremos haciendo cambios que inviten Su bendición.

Nuestra lucha contra los males del racismo debe ser intencional y prolongada. En las próximas semanas, elaboraremos y comunicaremos los pasos concretos que estamos tomando como movimiento. Estos pasos estarán arraigados en nuestra identidad fundamental como hijos de Dios y fundamentados en lo que es eterna y gloriosamente importante, nuestra posición común y única en medio de toda la creación como los portadores de la imagen de Dios y aquellos redimidos por la sangre de Jesucristo. Somos la Iglesia, y fuimos hechos para este momento. Comprometámonos con esto de todo corazón.

Rebosante de esperanza,
Randy

 

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Vea el video de la inauguración

Randy habló en contra del racismo durante el servicio de su inauguración, que tuvo lugar el 31 de mayo del 2020.

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es presidente de La Iglesia Cuadrangular (Estados Unidos).
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