Mensaje del editor: Hace cien años, el 23 de diciembre 1923, la fundadora de La Iglesia Cuadrangular, Aimee Semple McPherson predicó este sermón en Angelus Temple en Los Ángeles. Lo que sigue es una adaptación condensada de este mensaje clásico. A medida que la celebración del Centenario Cuadrangular se acerca a su fin, nos complace compartir este importante recordatorio del poder del Evangelio.
Leyendo del segundo capítulo de Lucas: “Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor”. (v. 10-11, RVR1960)
Por unos momentos vamos a hablar de lo que el nacimiento de Jesucristo significa para el mundo. Me gustaría hablar de este tema desde un punto de vista positivo y negativo, tomando primero el negativo. ¿Qué hubiera pasado si Cristo nunca hubiera venido, si nunca hubiera nacido en un pesebre, si la estrella no hubiera anunciado su nacimiento, si los magos no hubieran venido? No habría habido ocasión para que los ángeles vinieran y trajeran el mensaje de gran gozo. ¿Que podría haber pasado?
En un tiempo, el hombre caminó y habló con Dios en el Jardín del Edén, cara a cara, pero a causa del pecado hubo un abismo que se ensanchó y profundizó, entre Dios y el hombre. Si Jesús no hubiera venido, nunca habría habido un puente.
Qué desastroso hubiera sido: En primer lugar, las profecías no se habrían cumplido. La profecía a Eva en Génesis 3:15 habría quedado incumplida. Las profecías a Moisés, Isaías, Jeremías, Miqueas, Nahúm habrían quedado sin cumplir. Oh, qué gran vacío habría. Si Jesús no hubiera venido, qué oscuridad habría. En lugar de la luz de la salvación, la alegría, el gozo y la paz de Dios, habría habido completa oscuridad.
Si Jesús no hubiera venido, no habría habido un puente que cruzara el abismo del pecado. En un tiempo, el hombre caminó y habló con Dios en el Jardín del Edén, cara a cara, pero a causa del pecado hubo un abismo que se ensanchó y profundizó, entre Dios y el hombre. Si Jesús no hubiera venido, nunca habría habido un puente.
Pero, aleluya, Él sí vino, y se dio a sí mismo como rescate sólo porque nos amaba tanto. Desde Su nacimiento en el pesebre hasta Su muerte en la cruz, Él estaba construyendo el puente. Cuando clavaron los clavos en Sus manos y en la madera de la cruz, estaban clavando las últimas tablas del puente que lleva de la oscuridad a la luz, de la Tierra a la gloria, de morir a vivir. Oh, Jesús, si Tú no hubieras venido, seríamos genie sin esperanza.
Si Jesús no hubiera venido, yo no podría predicar el evangelio del amor. Sería un evangelio de dureza. De hecho, no sería un evangelio en absoluto porque evangelio significa “buenas noticias”. Si Cristo no hubiera venido, nunca habríamos tenido el mensaje del amor.
Gloria a Dios, ¡ha venido! ¿Qué significa Su nacimiento? Significa que se han cumplido todas las profecías. Tenemos luz, salvación, gozo y paz bendita. Tenemos luz.
Porque Él ha venido, témenos un Salvador. Él es nuestro Libertador. Porque Jesucristo ha venido, Él te salvará. No importa quién seas, o cuán lejos te hayas extraviado, Él te ama.
Porque Jesús ha venido, témenos un Sanador, un Médico Divino. No sólo para nuestros cuerpos sino, gracias a Dios, sanidad para nuestras pobres almas. Hay tantas llagas en los corazones de algunas personas. “No puedo perdonar a ese hombre o a esa mujer”. Pero, porque Cristo ha venido, hay perdón. Porque Él ha venido, hay sanidad para el corazón duro, sanidad para las heridas profundas. Y hay sanidad para su cuerpo si tan solo reclama la bendición.
Porque ha venido Jesucristo, ha venido el Consolador. Alabado sea el Señor. Si Cristo no hubiera venido, el Espíritu Santo no podría haber venido.
Porque Él ha venido, tenemos un Pastor para las ovejas. Tenemos un gran Consolador. Porque Cristo ha venido, tenemos un Capitán de nuestras almas. Un Libertador que nos guía a través de cada batalla. No necesitamos luchar. Lo hermoso es que Cristo lucha por nosotros.
Porque Cristo ha venido, es paz y buena voluntad hacia los hombres. No la espada, malicia, ni odio sino amor, mansedumbre y entrega. ¡Cristo ha venido! Porque Él ha venido, tenemos el aceite de Su amor para ablandar los corazones, el bálsamo de Galaad para curar los corazones heridos. Tenemos la rosa de Sarón, el lirio de los valles, cuya fragancia llena nuestras vidas. Tenemos el pan de vida; ya no tenemos hambre. Tenemos un piloto que nos guiará.
¡Oh, aleluya! Os traigo buenas nuevas de gran alegría. Porque os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor.
Este artículo es una adaptación de un sermón de Navidad que Aimee Semple McPherson predicó en Angelus Temple el 23 de diciembre de 1923.