Cuando se me pidió compartir una reflexión con mi familia Cuadrangular, el Espíritu Santo inmediatamente me llevó a mis primeros pasos en el ministerio. En aquellos días yo estaba dolorosamente desorientado en mi nueva manera de vivir.
Acepté al Señor a los 44 años. Desde mi niñez, había vivido una vida muy mundana y pecaminosa. Así que, cuando de repente entré a este maravilloso camino de conocer a Cristo como mi Señor y Salvador, fue algo asombroso y, sin embargo, al mismo tiempo una experiencia hermosa. «De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» (2 Cor. 5:17) Todas las cosas se hacían nuevas para mí.
Aunque yo era una nueva creación, no me sentía así. Aún estaba confundido, prácticamente perdido, tratando de hallar este nuevo camino que me había eludido toda mi vida. Pero Dios, en Su infinitas sabiduría y misericordia, trajo a mi vida un par de mentores maravillosos: Raymundo Díaz y Harold Helms. Estos dos hombres eran como sargentos instructores en el campo de entrenamiento del ministerio cristiano. Me prepararon para mi futuro llamado. Eventualmente me llegó el tiempo de llevar el evangelio a otro lugar y me enviaron a una ciudad donde yo no quería– Fresno, California.
Ya han pasado treinta y cinco años desde que acepté a Cristo y casi treinta desde que mi familia y yo nos mudamos a la ciudad de Fresno, que ahora amo absolutamente y me enorgullezco en llamarla mi hogar. Sin embargo, todos estos años en el ministerio no han borrado el gozo de comunicar el mensaje de amor y redención a las generaciones futuras y pasadas.
Nosotros, como mensajeros de nuestro Señor, atravesamos distintas temporadas y etapas durante nuestras experiencias eclesiásticas. Recuerdo los tiempos proféticos personales al igual que los tiempos de raras manifestaciones: los ladridos, los rugidos, la embriaguez espiritual, la gente cayendo, la prosperidad, las mega-iglesias y los acercamientos humanistas. Hoy día enfrentamos más de iglesias con base tecnológica, con micrófonos inalámbricos, televisión de circuito cerrado, transmisión en-vivo y predicación simultánea a múltiples recintos.
En consecuencia, volví a pensar otra vez cómo comunicar el mensaje del evangelio sin disminuir su integridad y poder. Se supone que el mensaje del evangelio sea el mismo que se predicó hace 2,000, 1,000, 300 y aun apenas hace 35 años. Pregunto, ¿cómo podemos impactar a esta nueva generación de mileniales con un mensaje que les toque en la misma manera en que me tocó a mí y me transformó en un mensajero?
En el libro de John Bevere, Honor’s Reward, aprendí que debemos honrar a Dios primero si hemos de honrar al pueblo, a la iglesia y al mensaje de Dios. Cada generación busca un mensaje que se ajuste a su manera de pensar y vivir; algunos hasta demandan un mensaje que no estorbe sus deseos y placeres. Pero el mensaje de Dios es invariable y hay gente que busca la verdad con sinceridad y está cansada de vivir en pecado y desesperanza, así como una vez lo estuve yo.
Conozco de primero mano los desafíos que vienen al aprender a vivir con integridad delante de Dios. Puede no ser fácil cambiar nuestro camino, pero yo sé que es posible y vale la pena. Los mensajeros de Cristo necesitan estar enraizados en la integridad de Su mensaje. Solo después, sin importar la tecnología, la diversidad de programas o recintos múltiples, podrá el mensaje del evangelio impactar a nuestras ciudades .
Cuando era un pastor novato, estaba preparando un sermón cuando el Señor me guío a Lucas 10:38-42. Este es el pasaje en el que Jesús está pasando un buen rato en casa de algunos buenos amigos, incluyendo a dos hermanas que le aman igualmente. Sin embargo, la Biblia nos dice que Marta esta afanada y turbada. En lenguaje de hoy, podemos dar por hecho de que estaría afanada por las bocinas, los micrófonos, la comida, las flores, la música y las volantes. Pero su hermana, María, se contentaba en tan solo sentarse a los pies de Jesús. Cuando Marta se quejó, Jesús simplemente le dijo que María había escogido la mejor parte.
Este pasaje quedó grabado en mi corazón, y cuando tengo dudas sobre la integridad de mi mensaje, me detengo y me arrodillo a sus pies. He captado la belleza e importancia de pasar tiempo con él, y como María, sé que he escogido la mejor parte.
Hay que ir más allá de sólo servirle, le invito al lugar donde le honramos. Tomen tiempo a sus pies. Abran su corazón y llénelo con su sabiduría, amor e integridad. Eventualmente, lo demás les será añadido.
Puntos de Oración
- Ore por sabiduría para alcanzar a esta nueva generación.
- Ore a Dios por poder e integridad al predicar su mensaje.
- Ore que nuestros líderes de La Cuadrangular sigan dirigiendo a la iglesia según el Espíritu Santo les indique.
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