Mi difunto esposo Edgar y yo servimos como misioneros Cuadrangulares de 1955 a 1987. Dondequiera que estuvimos, enseñábamos a nuestra gente cómo orar por sanidad divina y milagros que demostrasen el poder de Dios.
Compartimos muchas experiencias maravillosas de la abundante provisión y gracia de Dios al contarles a otros sobre Jesús. Mientras ocurrían milagros, vimos a personas entregar sus corazones a Cristo y abrazar el mensaje de esperanza al aprender cómo orar en fe.
En agosto de 1978, ocurrió un milagro en nuestra iglesia Cuadrangular en Penonomé, Panamá. Una mujer en la iglesia había llevado a su nieto al médico para retirar un yeso de su mano. Lo que debió habrer sido un procedimiento sencillo, se volvió algo serio por un error de juicio en el consultorio médico. Temiendo que la mano estuviese deformada, el medico ordenó que inmediatamente se hiciera una operación.
Por la prisa, se le dio al niño una sobredosis de anestesia que lo mató. Cuando el médico notificó a la abuela, ella comenzó a orar por la vida de resurrección para el pequeño. Ella cayó de rodillas en la sala de espera, y levantó sus manos y voz en oración ferviente. También pidió al Señor que sanase su mano.
Compartimos muchas experiencias maravillosas de la abundante provisión y gracia de Dios al contarles a otros sobre Jesús. Mientras ocurrían milagros, vimos a personas entregar sus corazones a Cristo y abrazar el mensaje de esperanza al aprender cómo orar en fe.
Médicos, enfermeras, y técnicos, todos observaron incrédulos cómo el pequeño comenzó nuevamente a respirar. Ellos también observaron que su mano retornó a la normalidad. El médico del niño trajo el niño a su abuela y le dijo que lo llevara a casa. No era necesario tratamiento médico adicional.
Los niños siempre fueron una parte importante de nuestro ministerio. Sé que los niños tienen un lugar especial en el corazón de nuestro Padre celestial, así como lo tuvieron en el de Edgar y el mío. Los niños con los que trabajamos fueron siempre una gran bendición en nuestras vidas. Muchos de ellos han crecido y llegado a servir como líderes de ministerio y pastores. Fue emocionante para Edgar y para mí ser parte de ayudar a estos niños a aprender sobre Jesús y entregar sus vidas a Su servicio.
Por 11 años, Edgar y yo servimos al Señor entre la gente en Venezuela. De allí nos mudamos a Panamá, donde servimos por 12 años como supervisores de 150 pastores nacionales, entrenando y equipándolos para hacer la obra del ministerio. Los últimos dos años de nuestro ministerio compartido fue sirviendo a la iglesia Cuadrangular nacional de Zambia en el Sur de África.
Fue allí donde Edgar perdió su vida en 1987, en un terrible accidente automovilístico mientras yo estaba de visita en los Estados Unidos. Nuestra hija, Vonnie, regresó conmigo a Zambia para arreglar nuestros asuntos y traer a Estados Unidos cualquier cosa que quisiéramos mantener de casi 30 años de ministerio global. Lo más dificil de todo fue limpiar la oficina de Edgar. Todo estaba como él lo había dejado. El calendario tenía todas sus citas para las semanas siguientes, y en su escritorio estaba el trabajo que él había comenzado ese día, pareciendo como si volvería pronto para terminarlo.
Mientras limpiábamos cajones y estantes, encontré una ficha con 2 Tesalonicenses 2:16-17, escrita con su puño y letra: “Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra” (RV1960).
Encontré este versículo escrito y colocado por toda nuestra casa. Edgar lo estaba memorizando. Pero supe que era de parte de Dios para nuestra familia. Dios ciertamente tuvo nuestro consuelo y ayuda en Su mente. Estoy agradecida por el consuelo del Espíritu Santo y los maravillosos recuerdos del ministerio que Edgar y yo compartimos con nuestra familia Cuadrangular en Venezuela, Panamá y Zambia.