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Cuando le preguntaron sobre la oración antes de fallecer, Eugene Peterson respondió: “Deberíamos callarnos y escuchar”. Sin embargo, demasiadas veces la “oración de escucha” puede convertirse en una experiencia meramente personal y mística. No es lo que Peterson quiso decir con su intencionadamente fuerte elección de palabras, porque él explicó cómo escuchaba. Él memorizaba una serie de Salmos, uno para cada mañana de la semana, y empezaba su día orando uno de esos Salmos.

Él oraba las palabras de Dios a Aquel que las inspiró, Quien literalmente las exhaló. Al hacer esto, Peterson también las exhalaba mientras se oía a sí mismo orarlas. Él escuchaba la Palabra mientras oraba la Palabra.

Esto me lleva a nuestro tema para los 21 Días de Ayuno + Oración 2024, “Orando la Palabra”. Hay pocas cosas que podamos hacer que nos ayuden a tener la mente de Cristo como orar la Palabra de Dios juntos. Esta práctica no solo nos forma espiritualmente a ser más como Jesús, sino que también ofrece una variedad de otros beneficios:

Nos da confianza de que estamos orando de acuerdo a Su voluntad.

Oramos con acción de gracias, desde una postura de certeza y victoria, porque Él ya se ha dispuesto a hacer lo que le pedimos.

“Tenemos confianza en Dios, porque sabemos que si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos oye. Y así como sabemos que Dios oye nuestras oraciones, también sabemos que ya tenemos lo que le hemos pedido” (1 Juan 5:14-15, NVI).

Orando la Palabra incrementa nuestro amor por Él.

Nunca divorciamos las palabras de aquel que las dijo. Así que, orando la Palabra de Dios aumenta nuestra experiencia de Su presencia de amor, que a su vez anima nuestra respuesta obediente.

“El que me ama obedecerá mi palabra y mi Padre lo amará; vendremos a él y haremos nuestra morada en él. El que no me ama, no obedece mis palabras. Pero estas palabras que ustedes oyen no son mías, sino del Padre que me envió” (Juan 14:23-24, NVI).

Satanás odia la verdad, y él teme la Palabra. Así que debemos declararla sobre cada asunto, desafío o decisión en nuestras vidas. Así como Jesús mismo dijo frente a las mentiras del diablo: “Escrito está”.

Orando la Palabra fortalece nuestra confianza en Su fidelidad.

Muchos de los ritmos que apreciamos nos recuerdan la fidelidad de Dios: reunirnos para adorar, contar de nuevo Sus Buenas Nuevas y la Santa Cena. Necesitamos oír repetidamente acerca de la fidelidad de Dios, aunque sea de nuestros propios labios.

“Así que la fe viene resultado de oír el mensaje y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo” (Romanos 10:17, NBLA).

Orando la Palabra nos da una voz cuando nos quedamos sin palabras.

A veces estamos desconsolados y sin palabras. Es en esos momentos que las Palabras de Dios deben hacerse nuestras.

“Sácame del lodo; no permitas que me hunda. Líbrame de los que me odian y de las aguas profundas. No dejes que me arrastre la corriente; no permitas que me trague el abismo ni que el foso cierre sus fauces sobre mí. Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu gran amor; por tu inmensa misericordia, vuélvete hacia mí. No escondas tu rostro de este siervo tuyo; respóndeme pronto, que estoy angustiado. Ven a mi lado y rescátame; redímeme, por causa de mis enemigos” (Sal. 69:14-18, NVI).

Orando la Palabra declara verdades que son una poderosa fuerza espiritual.

Satanás odia la verdad, y teme la Palabra. Así que debemos declararla sobre cada asunto, desafío o decisión en nuestras vidas. Así como Jesús mismo dijo frente a las mentiras del diablo: “Escrito está”.

“Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas” (2 Corintios 10:4, NVI).

En el movimiento final de la profecía de Isaías (Isaías 56-66), él llamó a Israel al arrepentimiento y pintó un retrato glorioso de un nuevo cielo y Tierra. Antes de comenzar, el Espíritu le ofreció estas palabras:

“Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos” (Isaías 55:10-11, NVI).

Cuando oramos la Palabra de Dios, tenemos la certeza de que lo que hemos orado ya está establecido. Que así sea durante los 21 días mientras oramos literalmente la Palabra y oramos de acuerdo a la verdad de la Palabra.