Cristian Cruz comenzó a predicar a pocos días de su conversión en una prisión en Texas, y no ha parado desde entonces. Su pasión es alimentada por “solo saber cuánto Jesús me ama, después de todo lo que había hecho.” 

Como un joven atormentado, fue encarcelado por ofensas relacionadas con drogas, incluyendo asalto agravado con un arma letal. Aunque había pasado la mayor parte de su vida en los EE.UU., al ser liberado fue deportado a su México natal en el 2007. Allí empezó a compartir su testimonio en centros de rehabilitación, escuelas y prisiones, grabando un par de CDs de música rap.

Al conocer a John Sullivan, quien servía en México con Misiones Cuadrangulares Internacionales (FMI) con su esposa, Beti, Cristian fue invitado a unírsele en el ministerio en Zihuatanejo, en Guerrero, el estado suroeste de México. A través de la mentoría de John y la conexión con otros líderes de FMI, Cristian obtuvo su credencial Cuadrangular y ahora pastorea con John en Zihuatanejo Christian Fellowship, una congregación de habla inglesa en la parte de bajos recursos de la ciudad. Pero también dirije Compañerismo Cristiano Zihuatanejo, una iglesia hispano-parlante en México.

La membresía ha crecido de un puñado a unos 80 a través de un énfasis en suplir las necesidades prácticas de la gente y orando en el poder del Espíritu Santo–algo que dio a luz a su ministerio mientras él estaba todavía detrás de las rejas.

“Estaba leyendo mi Biblia una noche cuando sentí un calor venir sobre mí”, recuerda. “Fue tan poderoso, tan gozoso, y empecé a hablar en lenguas. No supe qué estaba sucediendo; pensé que me había vuelto loco”. 

La congregación de Cristian en Zihuatanejo comenzó con un grupo de niños involucrados en un programa de futbol que él organizó. “Tres entregaron su vida al Señor”, explica. “Y entonces bautizamos a las primeras 10 personas, y empezamos a recibir más”.

“No somos todo-poderosos. Siempre necesitamos a alguien. Aun si eres el mejor ministro, siempre vas a necesitar un pastor, un mentor”.
—Cristian Cruz

Porque no tienen mucho que dar, de manera práctica, los miembros de la iglesia oran por y anticipan lo milagroso. El puñado de los primeros miembros solo pudieron reunir unos pocos cientos de dólares para su proyecto de construcción, pero Dios honró esa donación sacrificial y ahora se reúnen en su edificio propio especialmente diseñado.  

En su primera reunión navideña, solo tenían suficiente comida para 30 personas más o menos, pero de alguna manera terminaron alimentando tres veces más esa cantidad. “Vemos cosas así”, afirma Cristian, “el Espíritu Santo mostrándose como Él es”. También ha habido sanidades físicas mientras oran por los enfermos.

Entre las iniciativas de la iglesia están ayudar en la rehabilitación, apoyo para familiares de prisioneros, proveer sillas de ruedas y paquetes de comida, y patrocinar programas deportivos infantiles. Hay servicios de bautismos dos veces al año, con dos grupos en casa para discipulado. 

Aunque él es alimentado por su propia experiencia con el perdón y restauración de Dios, Cristian sabe que la espiritualidad por sí sola no es suficiente para sostener un ministerio a largo plazo. “No somos todo-poderosos”, dice. “Siempre necesitamos a alguien. Aun si eres el mejor ministro, siempre vas a necesitar un pastor, un mentor”.

Como parte de la Cuadrangular, está agradecido por la mentoría, la rendición de cuentas y el apoyo que ha recibido. “Cuando tienes a alguien por sobre ti, cuando tienes a alguien a quien rendir cuentas, cuando tienes a alguien que está orando por ti, a alguien que te está escuchando, te sientes tan cubierto por la gracia de Dios, y es así que obra Dios”, dice él. “Me ha ayudado a crecer mucho”.

Ahora casado con dos hijas, Cristian aun tiene familia en los EE.UU. que no ha visto en más de una década. Espera poderles visitar algún día, para decirles en persona sobre el encuentro que lo llevó al país de su nacimiento como un misionero.