Las transiciones son inevitables. Una transición es un simple paso intermedio entre uno antiguo o pasado y otro nuevo al que se llega a través de un cambio. En otras palabras, afrentarás cambios en tu vida y ese lapso de tiempo de dejar lo pasado para abrazar lo futuro se llama transición.
En la escritura encontramos un sinfín de historias de transiciones, como la de José pasando de estar en la cárcel a convertirse en gobernador sobre todo Egipto (Génesis 39- 41), la del pueblo de Israel dejando atrás la esclavitud para vivir en libertad (Éxodo 3-14), o la de Moisés y Josué, una transición de liderazgo que llevó a un pueblo de ser libres a ser conquistadores (Deuteronomio 31:1-8).
El comienzo de una transición es el inicio de nuevas oportunidades, de un nuevo tiempo de Dios. La ecuación es simple. Cambios vienen a tu vida que generan transiciones. Si celebras el pasado, abrazando el futuro, mientras te sometes a la voluntad de Dios, la transición se transforma en un tiempo de nuevas oportunidades.
Transición = Cambio + Celebrar el Pasado + Abrazar el Futuro + Someterse a la Voluntad de Dios = Tiempo de Nuevas Oportunidades
Algunos se pierden de disfrutar las nuevas oportunidades de Dios en sus vidas porque resolvieron mal la ecuación y en vez de celebrar lo que Dios hizo mientras estuvieron en un lugar y abrazar el futuro, decidieron aferrase al pasado, o rechazaron el futuro, generando una transición dolorosa que parece durar cuarenta años en un desierto (Éxodo 16:35). Otros, aunque abrazaron el futuro se olvidaron de someterse a la voluntad de Dios y después de escuchar “hoy te ha elegido Dios” terminaron escuchando “Dios tampoco quiere nada contigo.” (1 Samuel 10:2; 15:23, NVI.)
Transición = Cambio + Celebrar el Pasado + Abrazar el Futuro + Someterse a la Voluntad de Dios = Tiempo de Nuevas Oportunidades
¿Estás en medio de una transición? ¿Dios ya te indicó que debes transicionar y tú estás aferrado a lo que tienes? ¿Dios te está pidiendo que dejes algo para llevarte a otro lugar, pero tienes temor? Abraza el futuro que Dios tiene para ti. Avanza con fe sin olvidar que los lugares, las asignaciones y las comodidades pueden cambiar, pero lo que nunca cambia es tu identidad en Dios y el amor de Dios acompañándote en medio de la transición. Recuerda que Dios “marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará” (Deuteronomio 31:8, NVI).