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No podemos ser complacientes en estos tiempos difíciles. La complacencia de hoy es la cautividad de mañana.

Como seguidores de Cristo en el Siglo 21 no podemos negar que vivimos en tiempos difíciles—tiempos de gran relativismo moral, decadencia cultural, apatía espiritual e indiferencia eclesiástica. Para muchos, el obituario del cristianismo Cristocéntrico que cree en la Biblia está listo a escribirse y publicarse en los anales de la historia.

Sin embargo, existe una verdad fundamental lista para frustrar cualquier y todo entierro prematuro de esta potente narrativa de la fe: las puertas del infierno no pueden, no pudieran,  no deberán y no prevalecerán contra la iglesia de Jesucristo. Tengo la firme convicción y estoy convencido de que nuestra fe cristiana, nuestro sistema de valores judeo-cristiano, no solo sobrevivirá estos tiempos difíciles sino que florecerá en ellos.

Entre paréntesis, mientras que nuestros valores Cristocéntricos y bíblicos enfrentan ataques sin precendentes, el problema número uno enfrentando a la iglesia alrededor del mundo es su disposición a sacrificar la verdad en el altar de la conveniencia política y cultural, o su inhabilidad de exaltar la verdad correspondiente con amor.

La prescripción profética para estos tiempos patéticos reside en el compromiso de los hijos de la cruz a reconciliar la rectitud con la justicia, la santificación con el servicio, la santidad con la humildad, la convicción con la compasión, la retórica con el tono y la verdad con el amor. Esta prescripción reconciliadora queda encapsulada en una simple amonestación de dos palabras: «Seamos luz».

Por consiguiente, nos corresponde preguntar: «¿Qué significa ‘ser luz’?» ¿Cómo se puede definir esta idea de la mejor manera? El «ser luz» es mejor descrito como el nexo del mensaje Cristiano; es el lugar en donde reconciliamos la óptica de la redención con la métrica de la reconciliación. En su función, sirve para reemplazar un evangelicalismo enojado con una presentación del mensaje del evangelio llena de amor y gracia. En su forma, eleva la idea de que el cristianismo no se trata de lo que intentamos imponer sino lo que proponemos—una relación personal con Dios mediante la gracia salvadora de Jesucristo. En su esencia, el «ser luz» nos recuerda que el cristianismo no es medido no por la variable de una retórica elocuente sino por la constante de acciones llenas de amor.

Correspondientemente, en Mateo 5:14-16, nuestro Señor y Salvado, pronunció una declaración poderosa exhortándonos a brillar la luz de esta verdad llena de amor:

«Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (RV60).

Nuestra luz profética requiere de una postura firme. Esta exhortación dada por Cristo nos obliga a aceptar la realidad transcendente y transformadora de que puede que tengamos «luz» pero bien pudiera estar escondida bajo el tazón del enojo, la complacencia, la apatía o la exuberancia religiosa. Además, la implícita pero convincente narrativa nos revela que la «luz» es solo tan buena como el lugar en que esta colocada.

Si hemos de «ser luz» entonces tenemos que remover todo vestigio de contención, amargura, apatía, complacencia e ira, mientras brillamos en la plataforma de la palabra de Dios proyectando la gracia. Porque esto sabemos por cierto: en lo que permanecemos en amor y elevamos la verdad bíblica, la hermosura de Cristo brillará—¡ciertamente una belleza encarnada! Entonces y solo entonces podemos proceder con la certeza sin limitaciones de este hecho innegable, tanto físico como espiritual: Cuando la luz se posiciona junto a la oscuridad, la luz siempre gana.

En conclusión, mientras que la religión requiere que eliminemos la oscuridad para provocar que la luz brille, la vida, muerte y resurrección de Jesús comunica todo lo contrario. Seamos luz, y la oscuridad huirá. Porque permanecemos empoderados por el Espíritu de Dios para «ser santos», «ser uno» y «ser luz». Entonces y solo entonces podremos cambiar el mundo. ¡Seamos luz!

Puntos de Oración

  1. Oro para que te sacudas y permitas que Dios quite todo aquello que la vida y el enemigo de la justicia haya puesto en ti para ocultar tu luz.
  2. Oro para que la luz de la gracia, verdad y amor de Dios impregne cada vestigio de tu vida, familia, ministerio y comunidad, convirtiéndote en la mayor bendición para todos los que conoces.
  3. Oro para que seas lleno del Espíritu de Dios, y que la luz de Cristo en ti brille, revelando la esperanza de gloria: a Cristo, nuestro Señor.

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is the president of the National Hispanic Christian Leadership Conference (La Conferencia Nacional de Líderes Hispanos Cristianos) in Sacramento, Calif.
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