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María Eugenia Martínez tenia un rol poco probable a los 20 años en Buenos Aires, Argentina, en la década de 1970: era joven, mujer y, pastora. Era tan inusual que muchos pensaban que su esposo, Hugo, estaba loco por tenerla como su co-pastora.

«Algunas personas le decían, ‘Hugo, estás loco por nombrar a tu esposa como pastora'», recuerda María, una ministra ordenada de la Iglesia Cuadrangular quien obtuvo su licenciatura en teología y doctorado en divinidad. Cuarenta años más tarde como pastora querida y respetada, ella está cambiando a cientos de vidas, a través del ministerio y la educación.

Como pareja joven pero intrépida, María y su esposo retaron con éxito el status quo. Comprometidos a predicar el evangelio y promover la educación, plantaron varias iglesias en Argentina, capacitaron a profesores de Biblia en América Latina, fueron coautores de 21 libros, fundaron el Seminario Internacional de Teología Esperanza y se convirtieron en los pastores principales del Centro Cristiano Esperanza (Orange Hispanic Foursquare Church) en Orange, California.

«El reto más grande [fue] perder a mi esposo», admite María. La pastora de 59 años de edad comparte que siempre estuvo enamorada del hombre con el que estuvo casada por más de tres décadas, éramos un equipo. Criaron a tres niñas y compartieron el gozo de convertirse en abuelos. En el 2008, a él le diagnosticaron cáncer de páncreas; ambos oraron y creyeron que Dios restauraría su salud.

«Al principio no entendí, pero le dije al Señor, ‘acepto tu voluntad.’ Antes de morir, mi esposo me dijo: ‘Es tu turno ahora'», recuerda María.

La mujer de voz suave pero firme con valentía ha aceptado la tarea. Aunque todavía es cuestionada por algunos porque es una mujer pastora, ella confía en que Dios la está usando en este rol y cree que tiene una «unción triple»: el Espíritu Santo, su fallecido esposo y la unción de la iglesia Cuadrangular. Su calendario está lleno de conferencias, encuentros y oportunidades para levantar líderes.

En la década de 1970, María se convirtió en co-pastora con su esposo en Argentina, rompiendo las expectativas de género y estableciendo un servicio de toda la vida en el ministerio.

Como mujer, María no toma ligeramente su llamado de animar y liderar a otras mujeres. Ella realiza una conferencia anual de avivamiento para mujeres titulada «transformadoras de Naciones» donde le recuerda a sus pastoras compañeras quiénes son en Cristo al enfrentar desafíos similares y equiparlas como líderes y esposas.

En su comunidad local, ella siempre está buscando formas de satisfacer las necesidades de aquellos a su alrededor. En abril y mayo, decenas de asistentes participaron en un nuevo proyecto llamado «Invasión del amor de Dios» siguiendo un modelo desarrollado por un pastor argentino. Creyentes tan jóvenes como 9 años de edad entraron al barrio a escribir peticiones de oración, y en un día en particular, la iglesia oró sobre las peticiones durante 24 horas. Ellos continúan haciendo llamadas telefónicas de seguimiento y han escuchado que miembros de familia fueron sanados, que la dependencia a las drogas esta desapareciendo y que algunos que buscaban puestos de trabajo fueron empleados en cuestión de días.

Además del trabajo evangelístico que la iglesia lleva a cabo, las personas también reciben la oportunidad de profundizarse en la palabra de Dios. María ha diseñado un seminario de tres años usando los libros de texto que ella y su esposo escribieron.

Su pasión y visión para promover la educación va más allá de enseñar a los adultos en la iglesia. Según el censo de 2010, la ciudad de Orange, que cuenta con una población de unos 140.000, esta conformada por 38.1% de hispanos, y 41.8% de hogares en los que se habla un idioma distinto al inglés. En el 2012, María noto que había niños en el Centro Cristiano Esperanza que nacieron en los Estados Unidos, cuyos padres no hablan inglés, que debido a la barrera del idioma se estaban quedando atrás.

Ella humildemente admite que no ha dominado el inglés lo suficientemente como para servir como tutora de niños, pero eso no la ha detenido. Con la ayuda de estudiantes de nivel universitario, puso en marcha un ministerio de enseñanza; donde se ayudan al menos 15 niños cada miércoles por la noche durante dos horas, y está abierto a la comunidad local. «Todos los que van a la tutoría, levantan sus calificaciones, todos ellos, todos ellos», María afirma enfáticamente.

«Allí [estamos] las madres que no hablamos inglés y nuestros hijos necesitan ayuda con las tareas», explica Griselda Franco, trabajadora doméstica, cuyo hijo de 7 años luchaba en matemáticas hace un año. «Me sentía frustrada porque no sabía cómo explicarle, y esto nos ha ayudado mucho». Su hijo no sólo es excelente en matemáticas; ahora es una de sus materias favoritas.

«Tengo personas en universidades y colegios y eso alegra», dice María. Ella admite que la vida en el ministerio no siempre es fácil, y han habido momentos en los que pensó que quizás había algo «más fácil» que podía hacer. Ella podría haber seguido una carrera en educación, una de sus pasiones; pudo haber sido más fácil.

Pero explica que a través de los momentos más difíciles en la vida y en el ministerio, lo que la ha mantenido siguiendo adelante, incluso cuando se ha sentido débil, cansada o desanimada, es el llamado de Dios. Ella anima a otros líderes diciendo: «sea cual sea la circunstancia, hay que mantenerse firme en lo que Dios habló».

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Escritora: Anabel Muñoz es egresada de la Universidad Biola y una reportera de noticias en Los Ángeles.

is a graduate of Biola University and a news reporter in Los Angeles.
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