Release and Engage the Whole Church

Al haber visto el escándalo desplegarse en el Seminario Teológico Bautista Southwestern durante las últimas semanas, he sido sorprendido por el tono subyacente del trato de los hombres hacia las mujeres, especialmente mujeres líderes, en el mundo eclesial. Es un mundo donde a menudo los hombres lideran y las mujeres siguen; un patriarcado que alimenta cómo las mujeres son a menudo tratadas en las iglesias, Institutos Bíblicos y seminarios a lo largo del país. Bajo este sistema, la iglesia se priva de líderes que necesita desesperadamente, y las mujeres son marcadas de por vida. Para entender cómo se siente esto, lea esta excelente publicación de Beth Moore describiendo cómo ha sido tratada por hombres en la iglesia. El tratar a las mujeres líderes como ciudadanas de segunda clase en la iglesia tiene que acabar.

Sé de lo que estoy hablando. Por 36 años de ministerio, a menudo he estado sentado alrededor de mesas con hombres hablando del valor de las mujeres líderes, mientras descartan sus opiniones y socavan su liderazgo. También he visto de cerca el daño que esta actitud siempre presente hace a las dos mujeres más importantes en mi vida: mi esposa y mi hija. Aunque mi esposa es una increíble líder y pensadora, he visto su lucha para vencer el chauvinismo en el mundo eclesial una y otra vez. (Estoy agradecido que ella trabaje para una organización, The ReThink Group, que considera el género irrelevante para el liderazgo.) He visto a mi hija, que tiene increíbles dones musicales y técnicos, luchar para entrar en los clubes informales de varones en iglesias donde ha servido. También sé de lo que estoy hablando porque yo también he sido culpable de no defender a las mujeres líderes.

Las mujeres en nuestras familias y la misión de nuestras iglesias son demasiado importantes como para continuar con el status quo. Es tiempo de dar avances significativos para involucrar todos los dones en nuestras congregaciones, sin importar el género. Sin embargo, para cambiar un sistema tan arraigado como el patriarcado, requerirá de valor y requerirá de trabajo. Para evitar el cambio que se necesita, a menudo nos escondemos detrás de excusas desgastadas por el tiempo.

Nos escondemos detrás de la teología

Algunos se esconden detrás de la teología del complementarismo, que dice que mujeres y hombres tienen roles diferentes pero complementarios en la vida. El reto es que a veces esta postura puede limitar cuales roles de liderazgo están disponibles a las mujeres en la iglesia. Mi meta no es discutir teología, sino desafiar la idea de que Dios limita el liderazgo en base al género. Entiendo creer que el Apóstol Pablo reserve ciertos roles para los hombres, pero no veo cómo pueda usted leer la lista de mujeres líderes en Romanos 16 y no ver que Pablo creyó que las mujeres estaban calificadas para la mayoría de los otros roles en la iglesia.

Otros se esconden en su igualitarismo, la creencia de que hombres y mujeres son iguales y merecen iguales derechos y oportunidades. Mientras que en estos círculos, teóricamente, una mujer puede predicar, tener el puesto de anciana y ser llamada pastora, es todavía a menudo excluida de la mesa donde se toman las decisiones. He descubierto que el chauvinismo no está limitado por la teología.

Nos escondemos detrás de la posibilidad de la tentación

Este argumento dice que tenemos que levantar paredes alrededor de las mujeres con las que trabajamos para evitar la tentación del pecado sexual. Las paredes que construimos incluyen nunca estar a solas en un salón con una mujer, nunca mentorear a una mujer y nunca discutir algo personal con una mujer.

Desafortunadamente, estas paredes han probado ser ineficaces basadas en el número de hombres que han seguido este protocolo y todavía fueron descubiertos en un amorío con una compañera de trabajo. Para lo que estas paredes son muy efectivas es limitar el liderazgo de las mujeres. Limitar el acceso a otros líderes es muerte a la colaboración, el crecimiento y el avance.

Las mujeres en nuestras familias y la misión de nuestras iglesias son demasiado importantes como para continuar con el status quo. Es tiempo de dar avances significativos para involucrar todos los dones en nuestras congregaciones, sin importar el género.

Esto es lo que me pregunto sobre las paredes: si son efectivas en combatir la tentación, ¿por qué no construimos paredes similares para prevenir otros pecados? ¿No debería limitar mi acceso a hombres que me tientan a la ira? ¿No debería negarme a reunirme a solas con hombres que provocan envidia? De seguro no debería nunca compartir algo personal con un hombre que pudiera hacer que me jacte.

Santiago dice: “Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen.” (Santiago 1:14 NVI, énfasis añadido). Si reunirme en un salón a solas con una mujer me hace caer, estoy bastante seguro que las paredes no son mi respuesta. La respuesta para lidiar con la tentación sexual es un profundo caminar espiritual y rendición de cuentas honesta. Las paredes simplemente evitan el verdadero asunto.

Nos escondemos detrás de la tradición

Algunos nos acobardamos detrás de la endeble excusa: “La gente en mi iglesia simplemente no está lista para  que las mujeres lideren”. Recuerdo cuando la gente no estaba lista para la batería en la iglesia, para pastores que no usaran traje y corbata, y para canciones proyectadas en pantallas en vez de impresas en himnarios. Es chistoso cuán dispuestos estábamos a retar esas nociones preconcebidas pero no estamos listos para pararnos firmes por nuestras hermanas que son talentosas y llamadas a liderar.

Cambiar el patriarcado predominante en su iglesia será difícil y requerirá de valor. Si usted está listo para la tarea, aquí van cinco sugerencias que creo pueden hacer una diferencia significativa:

Creando una cultura donde las mujeres puedan liderar

Busque el aporte de las mujeres líderes en su equipo de trabajo y en su iglesia.

Un grupo de hombres sentados alrededor de una mesa no cambiarán la cultura de su iglesia cuando se trata de mujeres en el liderazgo. El primer paso es buscar entender cómo es ser una mujer líder en su cultura, y la única forma de aprender es preguntar. Entiendo que esto es una proposición aterradora porque tal vez no le guste lo que escuche, pero “no somos como aquellos que retroceden”. Aquí hay tres preguntas que debería hacer:

  1. ¿Nuestra iglesia anima y desarrolla mujeres líderes?
  2. ¿Cuál es la parte más desafiante de ser una mujer y liderar en nuestro equipo?
  3. ¿Qué necesitamos cambiar para mejorar nuestra cultura para mujeres líderes?

Incluya a mujeres al nivel de liderazgo más alto de su iglesia.

¿A quién pudiera añadir a su equipo de liderazgo, a su junta de diáconos o a su grupo de ancianos? No estoy sugiriendo que cambie su teología si esta no permite a mujeres ancianas. Usted puede añadir a mujeres al grupo sin designarlas como ancianos votantes. Estoy bastante seguro que Pablo nunca limitó quién podía asistir o participar en las reuniones de ancianos.

Me han dicho que incluir a mujeres en equipos de liderazgo “cambia la dinámica en el salón”. La inferencia es que la discusión es más auténtica y fructífera cuando solo hay hombres presente. Imagínese diciendo lo mismo sobre latinos, afroamericanos o fanáticos de los Cubs. Si la razón por la que excluye a mujeres es por las dinámicas, entonces las dinámicas necesitan cambiar.

Entrene a mujeres que puedan ser nuevas en liderar con hombres.

Hace unos años noté a una mujer que recientemente se le había pedido servir en el Equipo de Liderazgo Direccional, estaba muy callada en las reuniones, a pesar de sus obvias habilidades de liderazgo y pensamiento estratégico. Después de una reunión en la que estuvo tomando notas calladamente sin decir una palabra, le pregunté qué estaba pasando. Dijo que a menudo era difícil intervenir con los hombres constantemente interrumpiendo y hablando uno encima del otro. “Además”, dijo, “no estoy segura que mi opinión sea realmente necesaria”. Compartí dos observaciones con ella. Primero, en salones llenos de hombres, si esperas que te pregunten, probablemente nunca te preguntarán. Para bien o para mal, tienes que levantar tu voz. Y segundo, si tu opinión no fuera necesaria, no estarías en la mesa. La iglesia necesita tu aporte.

Mi esposa fue coautora de un excelente libro para ayudar a las mujeres a aprender cómo liderar en una iglesia con una cultura predominantemente masculina. Me encanta el título: Just Lead: A no whining, no complaining, no nonsense practical guide for women leading in the church (Simplemente Lidera: Una guía práctica de no lloriqueo, no quejas y no tonterías para mujeres liderando en la iglesia.) Es un gran recurso para ayudar a las mujeres a aprender los matices de liderar con hombres.

Entrene a los hombres que les cuesta liderar con mujeres.

No espere que los hombres intuitivamente descubran cómo trabajar efectivamente con mujeres líderes. Hombres que no han pasado tiempo en el lugar de trabajo tal vez tengan poca o ninguna experiencia en un ambiente donde lideran mujeres. Aquí van unos consejos para que comiencen:

Escuche: Las mujeres a menudo tienen un estilo de comunicación más matizado que muchos hombres. Es más probable que incluyan contexto, emoción y relación en la discusión. Desestimar esta textura más compleja es un error. Arraigada en la narrativa está la perspectiva que los hombres, dejados a su suerte, no verán.

No interrumpa: Los hombres a menudo se interrumpen uno al otro, especialmente cuando la conversación se torna emocionalmente cargada. Mientras que esto siempre es grosero, esto le hace especialmente difícil a muchas mujeres líderes involucrarse en la discusión.

Haga preguntas aclaratorias: Siempre es útil hacer preguntas para entender, pero es especialmente útil cuando hombres y mujeres están liderando juntos. Percibimos el mundo de manera diferente y llegamos a conclusiones de maneras diferentes. En vez de desechar una opinión que no entendemos, pida contexto.

Confíe: Las mujeres que son nuevas en la mesa de liderazgo en su iglesia, tienen que saber que usted les confía liderar. No las trate como socias menores o niñas que necesitan ser protegidas. Confíe en que las mujeres liderarán como adultos inteligentes y refuerce esta confianza con sus palabras y acciones.

Elimine a los misóginos (gente a la que le disgusta, desprecia o está fuertemente prejuiciada contra las mujeres).

Probablemente haya hombres, y posiblemente mujeres, en su equipo que no piensen que las mujeres deberían liderar. Puede que ellos se escondan detrás de una pantalla de Escrituras selectivas o la apariencia de cuidado paternal, pero al final tienen un punto de visto chauvinista de los hombres sobre las mujeres. Ellos deberían ser desafiados a crecer en su punto de vista o encontrar otra iglesia en la cual servir.

Eso puede sonar extremo, pero ¿mantendría a un racista en el liderazgo? ¿Toleraría a un líder que tratase a los afroamericanos en su equipo diferente que a todos los demás, socavando su liderazgo? Si no está bien discriminar por la raza, entonces no está bien discriminar por el género.

¿Tiene usted el valor para cambiar?

Aquí va la conclusión para mí: Su misión de traer las Buenas Nuevas del Evangelio a un mundo perdido y agonizante es demasiado importante para incapacitar a la mitad de los líderes en nuestra iglesia al tratar a las mujeres como menos. Involucrar plenamente a las mujeres en el liderazgo es trabajo duro y controversial. No todos en nuestras iglesias estarán de acuerdo en que las mujeres pueden liderar en el contexto de la iglesia, y enfrentaremos rechazo. ¿Tenemos el valor de enfrentar la oposición y hacer el trabajo duro de nivelar el campo de juego para las mujeres líderes? Por el bien del Reino, realmente así lo espero.

has served on the leadership teams at Seacoast Church and Saddleback Church, and as managing director of Exponential. He is the author of several books including Together: A Guide for Couples Doing Ministry Together, written with his wife, Sherry. Geoff coaches churches and leaders around the U.S. and in Europe. He lives in Denver. Twitter: @geoffsurratt
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