Nota del editor:

Era una noche de jueves a principios de 1925. Aimee Semple McPherson y su madre, Minnie, tras  un ajetreado día de ministerio, esperaban pasar un rato en la playa “antes de la campanada de las doce”. En el camino, reflexionaban sobre temas para el sermón de Aimee para el siguiente domingo por la noche, donde 5.300 personas abarrotarían Angelus Temple. Pero nada parecía encajar.

La carretera estaba prácticamente desierta a esa hora. De repente, oyeron una sirena y dos motocicletas se colocaron a su lado. “La sangre se me heló en las venas”, escribió Aimee más tarde. Después de detenerse, le pusieron una multa por conducir a 31 millas por hora en un tramo con máxima velocidad de 20 millas por hora. Cuando los agentes se marcharon, Aimee y Minnie continuaron su viaje “a un ritmo muy prudente”.

Entonces se le ocurrió la idea del sermón. Al igual que muchos otros mensajes en los que la famosa evangelista se basaba en hechos reales, ella predicaría un mensaje basado en lo que acababa de suceder. Lo tituló “Detenidos por exceso de velocidad” y lo predicó por primera vez hace 100 años este mes, en marzo de 1925. Fue tan popular que lo predicó nuevamente en 1928, 1931 y 1936.

La ilustración de fondo detrás de ella era una carretera ancha y sinuosa que mostraba la cruz de Cristo en la intersección. El concepto que transmitía es que Dios envía a varios “agentes de tránsito” (evangelistas, madres, maestros, consecuencias y nuestras propias conciencias, por ejemplo) para evitar que pasemos a toda velocidad por delante de la cruz. Y no—para disipar una leyenda urbana—Aimee no condujo una motocicleta por el pasillo. Pero había una en el escenario.

Lo que sigue es un extracto de este famoso sermón, adaptado del mensaje completo publicado en la revista The Bridal Call Foursquare (revista Cuadrangular El Llamado de la Novia) en mayo de 1925. Puede que esté ambientado en su época hace 100 años, pero la verdad que contiene es eterna.

Detenidos por exceso de velocidad

Dios ha enviado a Sus agentes de tránsito en motocicletas de misericordia, advertencia y juicio desde que se abrieron los ojos de Adán y Eva y corrieron a cubrirse en el Jardín del Edén.

El mundo fue detenido por exceso de velocidad en los días de Noé cuando, en medio de la comida, la bebida, el baile y la fiesta, Dios abrió las ventanas de los cielos y envió el diluvio.

Los pueblos fueron detenidos por exceso de velocidad en la torre de Babel, cuando el Señor confundió sus lenguas y los dispersó por todas partes.

Faraón y sus huestes fueron detenidos por cruzar a toda velocidad el Mar Rojo en persecución de los hijos de Dios, cuando el Señor quitó las ruedas de sus carros y las aguas los cubrieron.

Absalón fue detenido por exceso de velocidad por Dios Todopoderoso. Él dijo: “Nadie se enterará. ¡Nadie me atrapará! No tengo miedo”. Un día, mientras huía por el camino del pecado, perseguido por su conciencia culpable, su corcel galopó bajo las ramas gruesas de un gran roble. Soplaba una brisa. Las ramas del árbol se inclinaron. Absalón fue arrebatado de su caballo y quedó colgado por el cabello de su cabeza, y abandonado a su suerte.

Saulo de Tarso fue detenido por exceso de velocidad en el camino a Damasco, mientras se apresuraba a montar su imponente caballo de autoridad para destruir a los conversos cristianos. De repente, desde la distancia se escuchó un sonido. El agente de tránsito de Dios se acercó al ahora tembloroso Saulo. Penetrante, cegadora, escrutadora, brilló a su alrededor una luz del cielo; y cayó a tierra, y oyó una voz que decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Tendido allí en el camino, Saulo preguntó, tan manso como un cordero: “Señor, ¿qué quieres que haga?” y fue cambiado de un “Saulo” a un “Pablo”.

El tiempo no alcanza para hacer mención de las detenciones de Ananías y Safira o de los muchos otros; porque anhelamos llegar al día presente y hablar de ustedes. El Maestro todavía tiene a Sus agentes de tránsito en las carreteras de la vida. La cruz de Jesucristo todavía está en la intersección, pidiéndonos que nos DETENGAMOS en el camino a la destrucción; que MIREMOS al Cordero de Dios; y ESCUCHEMOS para que podamos oír Su voz y aceptar Su gran salvación.

Me pregunto, ¿cuántas veces los agentes de policía en motocicleta del Señor lo han detenido? ¿Recuerda aquella primera vez que salió a fumar detrás de la escuela? ¿Y recuerda cómo fue detenido de repente? Tan enfermo que no sabías qué hacer. El Señor estaba allí mismo tratando de liberarlo de un hábito inmundo que nunca debería profanar el templo del Espíritu Santo.

El Maestro todavía tiene a Sus agentes de tránsito en las carreteras de la vida. La cruz de Jesucristo todavía está en la intersección, pidiéndonos que nos DETENGAMOS en el camino a la destrucción; que MIREMOS al Cordero de Dios; y ESCUCHEMOS para que podamos oír Su voz y aceptar Su gran salvación.

-Aimee semple mcpherson

Las madres también han hecho algunas detenciones muy sorprendentes cuando éramos niños.

Hubo una vez en que mamá nos había prohibido tocar las galletas recién horneadas en el tarro de galletas. Decidimos que de todos modos treparíamos a los estantes y echaríamos un vistazo a las galletas. De repente, una abrazadera se soltó de debajo del estante y nos deslizamos hasta el suelo y quedamos sentados entre los escombros. Antes de que pudiéramos hacer más que dar un grito de sorpresa, mamá bajó con una vara y en un momento, teniendo todos los ingredientes a mano, tenía un pastel de capas completamente batido.

¡Oh, si nos hubiéramos detenido en el primer engaño, en la primera falsedad, en la primera cosa que no era propia de Dios! Pero dijimos: “Bueno, no iremos mucho más lejos”. Pero antes de que nos diéramos cuenta, nuestro ritmo se estaba acelerando, el dedo del velocímetro se elevaba lentamente y estábamos pasando a toda velocidad la cruz en el camino de la desobediencia.

Dios nos ha hablado de nuevo por medio del agente de tránsito que es el ejemplo—por medio de los accidentes que hemos visto a lo largo del camino. “¡Oh, hermano, deténgase! ¡Oh, hermana, deténgase en la cruz esta noche! Si no es por su propio bien, entonces por el bien de sus hijos, de su vecino, de los transeúntes en las encrucijadas de la vida”.

Mientras hablo y los guío paso a paso hacia el altar, ese Alguien de quien hablé va de un lado a otro por los pasillos. Espero que puedan oírlo. ¡Ah! Una mano se posa sobre su hombro. Ese Alguien es el Espíritu de convicción.

Habla cerca de su oído: “Joven, es a ti a quien busco. Jovencita, es a ti a quien quiero. Oríllate a la derecha y detente en la cruz del Calvario”.

Recuerdo muy bien cuando era pecadora y había empezado a andar por el camino de la diversión mundana. El oficial de Dios en motocicleta, un evangelista, con hombres sinceros, hizo sonar la sirena del evangelio, y fui detenida por el Señor . Durante tres días traté de escaparme del oficial de la consciencia, pero él se quedó cerca de mí. Fue imposible escapar de él.

El tercer día, después de ese poderoso sermón, estaba conduciendo a casa desde la escuela secundaria, con el oficial de la motocicleta de la convicción todavía a mi lado, diciéndome: “Eres una pobre pecadora perdida que merece el infierno. ¡Detente! Vuélvete al Señor y busca la salvación”. Allí mismo, en la carretera rural, fui detenida  por exceso de velocidad. “¡Dios, sé propicio a mí, pecadora!”, brotó de mis labios, y entregándome por completo, me entregué al Espíritu.

Desde ese momento, la obra fue hecha. Mis pecados fueron perdonados. Mi perdón fue ganado. Ni siquiera tuve que pagar mi multa—el Señor la pagó por mí. Sí, mi deuda fue cancelada. Él me había dado una nueva oportunidad en la vida.

Él no solo me transformó ese día, sino que me encargó convertirme en un oficial de motocicletas para Jesucristo—una evangelista del Evangelio Cuadrangular. Como tal, me acerco a ustedes esta noche y les ruego que dejen de pasar a toda velocidad junto a la cruz. Miren, Sus brazos están abiertos hacia ustedes en este momento. Su voz les invita. ¿No le dirán: “¿Amado Salvador, me entrego ahora a Ti?”

Él hará que las campanas de alegría suenen en su corazón. Usted saldrá de este edificio sintiéndose como si estuviera caminando sobre las nubes, y su vida será más feliz que nunca.

¿Quiere leer el sermón original en inglés en su totalidad?