“Tú creaste en mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas y esto lo sé muy bien! (Salmo 139:13-14, NVI).
Estos pasajes de las escrituras tienen un significado especial en esta época del año. Destacan dos relaciones: la belleza entre una madre y su hijo y, más importante que eso, Dios y su creación. Dios me vio antes de que lo hiciera cualquier padre biológico. Hay seguridad en estas escrituras. Mi vida fue intrincadamente pensada, diseñada y elaborada en la quietud y oscuridad del vientre de mi madre.
En este Día de las Madres recuerdo la importancia de este pasaje bíblico. No solo para mí, sino para mis propios descendientes, mis hijas. sino para mis propias hijas. Estoy más que agradecida de saber que Dios diseñó a mis hijas, con intencionalidad, paciencia, precisión y amor. Mis hijas son vistas por Dios. Antes de que yo viera las curvas de sus hermosos rostros, Él las vio, las conoció y las ama.
Este Día de las Madres, que la realidad del cuidado y el diseño de Dios para cada uno de nosotros inunde nuestros corazones con una sensación de paz.
Este salmo me trae gran paz y esperanza en este Día de las Madres. En la extraña mezcla de vida que es el ministerio y la crianza de hijos, la tensión entre los deberes de la iglesia y las responsabilidades del hogar, nada de eso puede eclipsar Su amor por ellos. Esta verdad me permite descansar en Su cuidado por mis hijas. Confiando en que Él las guiará, les hablará y las cubrirá, mejor de lo que yo o cualquier otra persona podría hacerlo. Mis hijas son cuidadas, más de lo que puedo darme cuenta, más de lo que puedo imaginar.
Este Día de las Madres, aunque usted no sea madre, que la realidad del cuidado y el diseño de Dios para cada uno de nosotros inunde nuestros corazones con una sensación de paz. Somos vistos por nuestro Creador, creados con meticulosa intencionalidad y propósito, formados por Sus manos. Cada detalle de nuestras vidas, y de la vida de nuestras familias, está en las manos del Padre. Él estuvo allí desde el principio, y permanece siempre presente, siempre involucrado, y siempre maravilloso.