Kevin Dolbee

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. (Juan 14:27, RV1960)
Como pastores y líderes, parece impensable que escogeríamos desconexión de Dios. Sin embargo, en nuestro deseo por hacer, hallamos a nuestras almas en un estado de apresuramiento.

Desafortunadamente raramente vemos el abismo hasta que hayamos perdido de vista dónde comenzamos. Estamos demasiado ocupados haciendo para Dios, enfocados en la tarea o, como nos justificamos, diciendo que estamos “ocupados en el negocio del Padre”.

En su libro You Have a Soul , John Ortberg llama al estar apresurado “una condición interna, una condición del alma. Significa estar tan preocupado conmigo mismo y mi vida que soy incapaz de estar plenamente presente con Dios, conmigo mismo y con otra gente”.

Una reciente crisis de salud me llevó a abrazar el espacio transicional donde reside el Espíritu de Dios. El ritmo frenético de la vida y ministerio llegaron a un alto estrepitoso, no por mi deseo de bajar el ritmo, sino porque Él “me hizo descansar” (Salmo 23:2). En este verde pasto de necesidad, encontré lo que deseaba: paz. Me hubiera podido esforzar y usado la Escritura para justificarlo, pero me hubiera perdido lo que solo el silencio y la soledad podían ofrecer.

Oración + Reflexión
1. Tome un momento y haga a Dios la siguiente pregunta: Señor, ¿fluye lo que hago para Ti de un lugar de estar contigo, o es el ritmo de mi vida insostenible?
2. Pida a Dios que le muestre las áreas de su vida donde está apresurándose en vez de estar presente.
3. Pare lo que está haciendo para sentarse en el espacio tranquilo que Dios está proveyendo y pídale que le llene con Su paz.

Especialista de Transiciones Eclesiales y Salud Eclesial para el Pacific Southwest District de La Iglesia Cuadrangular.
Anuncio

Comments

Comments are closed.